#ViernesSocial: aquí, en casa, leyendo Bojeo a la isla infinita (Antología de 6 poetas cubanos), otro e-book de editorial Betania.
Les comparto dos poemas de Sonia Díaz Corrales, una de las antologadas, mientras doy una mordida a mi chocolate.
Primera letanía sobre la muerte
Para V.B.
Y cuando muera
no dejen que vengan los extraños
a inclinarse sobre mi rostro
a disecarme el alma
como un gladiolo mustio,
a hacer sus comentarios sobre mi cáscara
a lamentar mi cáncer
tomando un café de funeral
gratuito y apoteósico.
No los dejen
quedarse a fingir
que fueron mis amigos
que alguna vez me vieron mansa
me vieron bella
me vieron llorar
me vieron desnuda
o dulce
o mesurada.
Cuando muera
puedo darles mis vísceras
quedar detenida y vacía
como un tiesto lleno de agujeros.
Pero no los dejen
a los extraños
maquillarme un rostro de viva
peinarme este desorden que traigo desde siempre
no los dejen
a los vivos
hacer su pobre juicio a mi favor
su tinte de acabado
sobre mí.
Discurso sobre la pared
En esta pared solemos escribir todo el silencio
la soledad que nos aparta.
Ahí escribí lo que pensaba
y mi madre lo borró letra a letra
para que nadie supiera que me rondaba la locura.
Esta pared de casa es todos los sitios a la vez
aquí nacemos y morimos
y amamos, a veces.
Y no se engañe nadie
amar es lo primero
aunque lo diga último.
Bueno o malo
aquí el amor siempre reivindica su lugar de preferencia.
Mi abuelo se sentaba sobre esta pared
y decía su discurso inteligible
monótono
sus disculpas a todos nosotros
por el fracaso
por no habernos dejado más patrimonio
más herencia que esta pared
y mi abuela besaba su boca viejísima
arrugada
para hacerlo callar
para que no escucháramos su desvarío
para ocultarnos su demencia.
Si la pared amenaza con caer la apuntalamos.
Si se reciente al centro
cubrimos su desnudez con cal y mezclas.
Si pierdes el rumbo
vienes a la pared
y escuchas
y lees
te explicas
y revives
y recorres palmo a palmo
en la superficie rugosa
la línea de tu vida
y luego puedes continuar como si nada.
Una vez quise derribar la pared
ver mas allá
y mi abuelo ordenó a la pared hacerse a un lado
miré
y mas allá no había nada
aun así mi abuelo insistió en que mirara otra vez
pero no pude
el miedo estaba tendiéndome la mano
y mi abuela dijo al abuelo que le sacaría los ojos
si no ordenaba a la pared recolocarse.
A mi me dijo
que el mundo no era verdad
que era una farsa en toda regla
que no hay ninguna pared para poner la espalda si te cansas
ni para saber cuál es el límite
no hay nada ahí que te recuerde quién eres
qué te falta
quién te quiere.
No hay una pared para mandar a recordar a quien te olvida
a quien se olvida
ni para mandar a olvidar
a los que se cansan de llevar a cuestas el recuerdo
no hay nada, como ves, ahí afuera
decía
tejiendo una trenza enorme, apretada
con mi pelo revuelto
para dejarme la cara visible.
En alguna ocasión la pared y yo firmamos una tregua
no sé bien si cuando murieron los abuelos
cuando nació mi hijo
o si la primera vez que el olvido distrajo al objeto de mi amor
quizás fuera aquel invierno
en que el viento arrastró un diario de mas allá hasta nosotros
no lo recuerdo
y no importa
porque en verdad estamos en un punto sin retorno.
La pared se mantuvo callada, pero firme
y yo recité mi proposición
convenimos
que ella aceptaría tener alguna puerta
y yo me encargaría
sin excepción
de que no entrara nadie.
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