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4 poemas que puedes comprar en The Home Depot

Bueno, no puedes comprar los poemas, pero sí los productos que los protagonizan. Les comparto esta pequeña selección de poemas del gran A. E. Quintero.

Refrigerador French Door con puerta abierta

De Cuenta regresiva (2011)

Hoy me he quedado
haciéndole compañía al refrigerador.
Escuchando
el trabajo que le cuesta
funcionar, cumplir,
estar al día
con sus frías labores, con sus tareas congeladas.
Lo que se espera pues
de un refrigerador de cocina.

Y literalmente
tomé una silla y me puse en ella
a su lado. Y ahí estuvimos.
Quejándonos. Oyéndonos mutuamente funcionar,
respirar.
Pensando en las cosas que deben congelarse
para que el mundo siga. En nuestras cosas,
supongo. En la vida
mecánica o no, eléctrica o no. Programada.
Lineal, independientemente de la curva, o el zigzag,
que marca, en el monitor de pulso, el pulso.

Y ahí estuvimos
prestándonos dos horas de nuestro tiempo.
Sin conclusión alguna
respecto a nuestra última estancia
por seguir;
eso que es congelar lo que se lleva dentro.


De 200 gramos de almendras (2013)

Tengo un armario lleno
con todas las versiones del aparato eléctrico
que he sido.

Porque cuando un objeto se descompone
lo tomo como algo personal
y lo guardo.

En este armario, puede decirse,
está la historia de mis días.
Aparatos electrodomésticos que cumplieron con la casa
cabalmente. Un televisor,
dos o tres planchas, un amable radio
que decía la hora cada hora. Un despertador
caballeroso como pocos.

No puedo tirarlos.
Sería como romper un vidrio
por el simple propósito de romperlo,
y dejarlo a la noche.

No es usual, lo sé,
adherirse a la orfandad de las cosas que se rompen.
Apegarse
como un perro callejero al que le dimos
las sobras de un sándwich.

Y no hablo de orfandad —el mundo está demasiado organizado—,
sino de conmoverse
por todo el que es un objeto, todavía.


De La telenovela de las cuatro no se detendrá porque alguien logró matarse (2014)

Son muchos años
los que la lámpara ha mirado a la ventana,

pienso que deben sentir algo una por la otra,
y es normal.
No todo el amor entre mujeres
debe ser lésbico
aunque yo lo sea. Pero sería hermoso
que esa lámpara y la ventana se amaran
lesbianamente, luminosamente.

*

Amaneció muerto.
El calentador de agua
murió en algún momento de la noche:
frío
como esos días donde la lluvia
cae sobre lluvias más viejas.

¿Qué hace uno con su calentador de agua
muerto?
Es que uno se cansa de tantas muertes
y seres descompuestos.
Es que uno ve en un boiler
algo de lluvia propia en una tarde sin sueños.

Uno ve en un objeto descompuesto
—muerto como objeto—
algo de sí que no responde,
algo de su propia incapacidad
para mantener tibia
la altura donde se relaciona el alma con el mundo.

Y duelen,
los objetos duelen
como si hubiera un niño que regresara
en ellos.
Como si un antiguo extrañar a alguien
volviera de pronto:
un niño al que la ducha fría hacía saltar
hacia un pensamiento auspiciado por un verano alegre.

Tal vez no sea dolor
sino añoranza:
yo siempre he confundido el dolor
con muchas cosas.
Y le he dado mi nombre
lo mismo a un árbol desalentado
que a un boiler venido a menos.

Porque en mi soledad
he creído que las cosas me responden.
Y por momentos
he sentido encariñarse a los objetos conmigo.

Eso pasa con la soledad
y con las cosas que envejecen con uno.
A veces he pensado
lo que será de mis libros cuando yo les falte,
y les he deseado unas mejores manos
y más atentos sueños
y mejores caminos.

Ahora supongo
que el calentador hay que tirarlo.


Bonus:

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