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Barbie

Cuando era niña y Santa Claus existía, mi regalo preferido eran las Barbies. Tenía un clóset para su ropa, sus zapatos y sus mil y un accesorios; estacionamiento para sus coches, espacio para sus casas y cama para un Ken que ocasionalmente era sustituido por un Max Steel (de los musculosos, no como los de ahora que están muy flaquitos).
 
Nos divertíamos mucho haciendo realidad mis mini historias: Barbie podía ser lo que quisiera, hacer lo que quisiera y nadie le decía nada. Pero pasó el tiempo, crecí y Barbie se fue de la casa, dejando como nota final un testamento para continuar con su rubio legado. Sin embargo, mi yo sin ella era diferente y ya no me quedaban ganas para entrar en ese siniestro mundillo plástico de las cantantes de pop o empresarias exitosas, así que mejor me dediqué a rodar por la vida.

Hace un par de navidades nos encontramos. Le dije que me gustaba escribir y se sorprendió. Curiosamente, Barbie, la mía, nunca fue escritora.

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~ El plan de Barbie para mí.

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