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Reflexiones en torno a un poema de Édgar Mena

Cualquier pendejo tiene un amigo
@TeAmoTioRober

Cuando eres niño es más fácil hacer amigos, es una verdad universal, me atrevo a decir. Recuerdo que cuando tenía como 6 años y vivía en casa de mi abuela, solía juntarme con Martha, Yessel, Mayra y Hugo, los niños de la cuadra con los que iba a la escuela. Después de algún tiempo, me mudé y ya no supe más de ellos, solo de Hugo cuando, años después, nos encontramos en la calle rumbo a casa de nuestras respectivas abuelitas.

Las amistades de la secundaria, preparatoria y universidad fueron casi todas efímeras. En el fondo no teníamos mucho en común, o eso quise creer. Conservo algunos amigos de esos tiempos, pero casi no los frecuento, así que no sé si podría llamarles así (tal vez sea mejor llamarles "conocidos").

En mis trabajos me llevo bien con mis compañeros, pero lejos de ese entorno volvemos a lo mismo: nada en común. Solo ha habido una excepción, y en ese caso, lo que nos unió fue una crisis amorosa por la que las dos pasamos en un mismo momento; lamentablemente, es una amistad que no frecuento tanto como quisiera. Y aunque para mí es una de mis mejores amigas, sé que muy probablemente yo no soy la suya (aclaro: no es ningún reclamo, suele pasar).

Es un caso no sé si triste: no ser el mejor amigo de tu mejor amigo. Así es la vida, supongo. He visto demasiadas películas con el estereotipo del mejor amigo o mejor amiga y no me he sentido así jamás. No voy a decir que nadie me comprende, tal vez simplemente no me esfuerzo lo suficiente (¿hay que esforzarse?).

De las amistades perdidas también puedo hablar. Una amiga de la universidad se mudó a otro estado del país y ya tiene su vida allá, sus amigos que son su nueva familia. Una excompañera de trabajo con la que tuve un malentendido —el ambiente laboral nos envenenó y no supimos ni cómo pasó— y cambió de trabajo (aunque hicimos las paces antes de que se fuera y quedamos en buenos términos, he intentado acercarme pero parece que su vida ya está completa y no me he sentido bienvenida, cosa que me entristece porque es una persona que vale mucho la pena).

En fin. Mi círculo de amigos actual es pequeño y se reducirá más y más conforme pasan los años. Aunque sé que hay personas a mi alrededor que me aprecian, me causa una profunda tristeza la idea de saber que podría quedarme sin esos pocos amigos porque la vida siempre, siempre cambia, y fluye hacia cursos desconocidos.

En algún lugar leí que "un amigo es alguien a quien no tienes que contarle tu historia desde el principio", pero yo estoy dispuesta a contarla una y otra vez, antes de que se me empiece a olvidar.


UN DÍA LOS AMIGOS 
Un día los amigos se van
y no volvemos a verlos.
Aunque luego nos llaman desde su
desayuno y nos preguntan las nuevas
de nosotros o de otros, esos
que han emigrado, también, a tardes menos frías.


Un día los amigos ya no regresan con llaveros
o recuerdos que han traído para
constatar que no nos olvidaron.
Más bien, escriben correos electrónicos
donde nos cuentan de la lluvia y de los viernes
cuando, después del trabajo, van a un café que
les recuerda la ciudad donde nacieron.


Un día los amigos adoptan nuevas religiones,
cambian de pareja, y ponen un nuevo nombre
a sus mascotas.


Un día los amigos pagan la cuenta del gas, del teléfono
y, en tanto esperan en la fila,
se dan cuenta que han dejado una parte
de su vida en otro sitio.
Pero ya no regresan
sino que prefieren buscarse otros amigos
para ir al estadio, al supermercado, o caminar,
rezagados, en los parques
y buscan nuevos rostros para intercambiar saludos,
y ensayan
sin saberlo
nuevas despedidas.


Poema de Édgar Mena, del libro "Soy de tus manos" (Cuadrivio, 2013)

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